Por: Kevin E. Molina
Todo el que haya pisado
la costa Caribe colombiana sabe de su existencia. Algunos se ven obligados a
comprarlos en las afueras de los colegios, iglesias y playas; otros, bendecidos
por Dios, los tienen sembrados en sus patios, terrazas o fincas. Se les ve en
todas las presentaciones: picados, rallados, licuados, congelados, dibujados, melados
y hasta mercochados. Cuando están biches suelen acompañarlos con limón, sal,
pimienta y, como no falta el exagerado, un toque de ‘picantico’ para recordarlo.
Algunos suelen ser más
dulces que otros, incluso en su etapa de maduración. Así, por ejemplo, el de
azúcar es más suave y meloso que el piñita, pero el piñita es más viscoso que
el de chancleta, sin restarle valor al exquisito sabor del de chancleta o
chancletón, uno de los más aclamados.
Han adoptado el
comportamiento de todo buen costeño: arrugan la cara cuando están en las verdes
pero son ‘cule vaina bacana’ cuando andan en las maduras.
Poseen una organización
jerárquica que guarda similitud con la colombiana: los de estrato uno, los
pobres, los que están en todos lados, son los de hilacha, los que se caen en la
calle y las personas los pisan porque no valen mucho; los de estrato dos, tres
y cuatro, son los de azúcar, los número once y los manzanitas, esos que suelen
darse en las fincas y en uno que otro patio grande; y los de estratos cinco y
seis, son los de chancleta y los tomy, que son para comercio porque escasean.
Sin embargo, a
diferencia de los humanos, suelen ser muy agradecidos pues solo con arrogar una
semilla a un basurero, charco, solar, cerro o piedras, sin la más mínima
intensión de sembrarla, esta termina germinando.
Los hay morados,
pequeños, redondos, verdes, rojos, alargados, panzones, pintones, carnudos, inflados,
flecudos, deformes, naranjados y, mejor aún, no se discriminan por ser
diferentes.
¿Cómo saber que están
listos para comer? No se sabe a ciencia cierta, es solo una cuestión de
instinto que los costeños han sabido desarrollar muy bien, pues a veces se ven biches
pero resultan estar remaduros; son expertos en la técnica del engaño, algo
debían aprender de los humanos. ¿Existe alguna técnica para pelarlos? No, solo
es cuestión de meterle diente si no tiene cuchillo a la mano, y puede estar
tranquilo, la cáscaras adelgaza.
Estos pequeños
individuos, que no poseen vida propia, han inspirado nombres de lugares,
cientos de recetas para cocina, reinados de belleza, nombres para empresas, temas
musicales, novelas y hasta recetas caseras para curar enfermedades. A propósito
de recetas para la salud, por sus propiedades suelen ser útiles para tratar
problemas gastrointestinales, favorece la elasticidad de las venas y la
formación de glóbulos rojos, y, según las creencias de las abuelas, aumenta la
fertilidad en hombres.




